Cuando sonríes y la vida se te pasa
como un exhalado rigor de alegría,
cuando la lengua cree tener dulzura propia
y tu nariz va soltando perfume,
cuando la yema del dedo agradece cada caricia
que la suavidad le da, cuando el calor
lo pone tu cuerpo al despertar,
cuando no es la luz la que llega a tu ojo
sino tu ojo que la capta a voluntad,
cuando ya no distingues si al andar
cambió el asfalto o cambiaron tus pies
y cuando el que te mira es el cielo
y las que te admiran las estrellas
es cuando la sorpresa encriptada, sabes,
es tu corazón palpitante
entre tus costillas
con el moño de cinta de sangre
y el misterio etéreo que te brilla.
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