domingo, 6 de septiembre de 2015

Chao

A veces tengo que saludar 
tres veces porque creo
que quizás pueda morir al otro día
entonces ya no habrá más melodía
ni saludos que hacer.
Porque me despido de la gente con una
tristeza desgarradora, con un amor
atroz, con una dulzura ensordecedora
y se me dora la piel cuando te abrazo
y se me tuesta la carne cuando nos besamos.

A veces creo que el mundo es tan pequeñito
tan distintos y tan parecidos
somos que la confusión se me es grata
y grande, enorme tanto que me abarca
hasta la píldora que me tomé esta mañana
para olvidarme un poco de esto.

Sola solía recorrer 
alguna que otra vez
la sutil melancolía,
el placer.
La puta fechoría
del pretender.


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