sábado, 12 de diciembre de 2015

5 de enero

"De noche, en la vieja casa de la familia. Esa pocilga añeja ya cumplía como cien años. Se habían reunido todos, los tíos, las tías, abuelos, algunos amigos, los quinientos primos y los suegros "más simpáticos", puesto que el resto había muerto. Se rumorea que asesinados.
Era una familia de gitanos, alocados, descontrolados, con un sistema extraño de subsistencia, y sí, como todo gitano, viviendo perseguidos por una amenaza de exterminio. Nadie quiere a los gitanos, nadie los entiende tampoco. Pero ellos eran felices en su nicho, nido de víboras, prostitutas, estafadores, vagos, genios del engaño y la farsa. Todos estaban allí esa noche, 5 de enero, comiendo sus exquisitos aunque poco higiénicos platos exóticos y tradicionales; había tanto para comer, y todo era tan delicioso, que nadie podía levantarse de la mesa.
Poco a poco la tormenta se fue avecinando, y furiosa. Era normal, días tan calurosos de verano sólo lograban tempestades de un tamaño no menor. Estaban por sonar las doce cuando se pararon todos para brindar por la unión y los años.
Vestida de sus mejores prendas, sedosas y brillantes, ajustadas (también inmovilizantes), la tía Edith estaba ya borracha, al igual que todos. Tenía fama de distraída, vivía en la Luna, pero a veces, sólo a veces, presentía augurios y señales raras. Se llenaron las copas de champagne, a los gitanos les encantan los lujos, y en el momento del brindis, con todos ya entonados, estallados de risas y chistes sucios, la tía Edith miró la ventana, que daba a un hermoso jardín verde y descuidado, con dos palmeras bien altas, a una de las cuales en ese preciso instante, le cayó un rayo refulgiente y estruendoso. Comenzando casi de inmediato a salir de su cima un humo plateado y oscuro, Edith se asustó y gritó al mismo tiempo en que la inercia de su brazo y cuerpo llevaba la copa a chocar con las otras. El conjunto de los sustos, las risas, la borrachera y la inconsciencia de la fuerza generó una brutalidad tal que varias copas se partieron e hicieron saltar pedazos de filoso cristal a los ojos de Edith, quien ya se estaba desmayando. La sangre brotó y salpicó camisas y vestidos, el tío Christiano, al lado de la tía, intentó evitar que se cayera, agarrándola con las manos, pero ella, con el envión del resbalo, quiso agarrarse de él por alguna parte del cuerpo o ropa, mas sólo lograron sus uñas largas y rojas clavarse en los labios de Christiano, del trompudo Christiano, rasguñándolos y desgarrándolos volviendo de su boca una catarata de sangre.
El pánico atacaba a la familia. ¿Qué significaba lo que estaba pasando? Al parecer la tía Edith lo comprendió, pues era muy mística, pero tan torpe como todo el resto".


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