sábado, 28 de mayo de 2016

Que nunca se irán

Una palma
suave cae en el roze
con tu piel, porosa,
no rasposa,
se derrite y cobra tu forma
tu esplendor
se dulcifica y se eterniza
en un momento congelado
con anís,
el tacto con la
calidez del ser,
la fluidez de su sangre
por cada músculo trabajado,
cada herida cicatrizada,
(al menos las visibles)
pálpitos que retumban por todo el centro
del pecho
un esternón filoso que resulta de algodón
una fuerza que no termina de culminar, una
destreza que acude a cada alfiler de movimiento.

La música de su luz
que veo por mis ojos oscuros,
la silueta, la sensualidad
la arquitectura de la
personalidad.


Y con un suspiro, pequeño
te regocijaría verme temblando
acelerando
los kilómetros de velocidad que llevo encima,
sulfurando la materia que llevo fría
y burbujando mil
suspiros más.

La línea
de la luz lunar
contornando el marco 
de una biología perfecta,
única y con majestuosidad
una línea que traza los límites ilimitados
en un ser de energía
y una pasión
que no descansa que traspasar esa línea
y sentir el interior de tal caverna
de pesadillas transformadas en sueños
o nubes que tapan el cielo
y parece que nunca se irán.


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