lunes, 29 de agosto de 2016

Bondi

Una deshilachada cutícula me determina las flores que en las pezuñas llevo
y las dulces fresas que de sangre lleno. 
Cuando la luz despertó en sus ojos, las moscas revolotearon sobre su celeste ingenio
y en su mente mariposas se rebelaron cual humilde metamorfosis. 
¿Quién osa desplegar sus plumas ante el viento divino solar eterno?
¿Quién, oh santos, puede relajarse a la correntada tormentosa de la furiosa iracunda existencia superior?  
¿Cómo puede un caballo de fuego hundirse a la oscuridad oceánica,
sin temer desaparecer, sin temer desafiar? 
La cúpula se oculta en la inmensidad nebulosa de la congoja y la paz,
el suspirante atisbo de las ciénagas claras rutilaron en su negro lunar. 
Las fosas que contaban míticas historias hoy respiran la gloria del novato necio contra la memoria y la antigüedad. 
Cardúmenes de blanco pelo crearon la esperanza y el velo que luego
la viuda adoptó en sus andanzas. 
Como la luna nueva suspira, contempla y tiene en la mira al ritmo
y espera que la persiga.
Las verdes pieles transpiran mieles, quieren verle la cara a la desidia. 
No hay columna que resista la pisada del siglo,
no insista en la quebrada sin filtro,
no vaya a clavarla en el visto. 
Mientras tanto, robótica la cumbre culmina y en triunfo se regocija,
escupiendo por su debajo a todo lo que desprecia con tanto relajo. 
Si las púbicas sienes pudieran si quiera mecerse en su canto estrepitoso,
notarían el charco en sus ojos llorosos que enferma tos y mocos.
A lo más puro de sus antojos.
Se detienen las cejas, las musas, los colores. 
El abuso protesta y los sonidos abundan,
pero hay tantas fundas de cuero verdadero en esta edad de piedra
que no puede confiarse en la carne si está totalmente debilitada,
susceptible,
entumecida. 
Como si no se entendiera la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario