domingo, 17 de junio de 2018

No sé muy bien qué quiero
pero ahora que lo escribo
creo que quiero dejar de distraerme.


Porque si no, no paro. 
Las distracciones tocan a mi puerta
viniéndome a buscar muy personalmente
y yo me hago la buena y
me dejo llevar. Mas,
eso no va más, porque
me llevan lejos y yo
yo sólo me dejo.
Y luego no puedo volver.
O me cuesta mucho.
Lucho por volver
al final, es como que le huyo.
Le abro la puerta y le rehúyo
a la distracción,
al entorpecimiento de mi relación
con el entorno y el ambiente
le hinco los dientes una vez que me escupió
y me dejo su baba lenta en mi cara
le asisto y me miente con su duración
y yo después enojada
"cómo me cabió"
que soy tan permisiva a veces que
me sobrepasan
a mis límites
con el índice
por el culo se lo pasan.
Y yo después cansada
agotada, como las entradas
al show de la felicidad
que nunca llego a comprar
o conseguir porque
es un estado nomás
del alma.

Y mi placer cada día se engrandece
se enaltece
en el regocijo de mi vida y mi cuerpo
que ahora está distinto, más usado por mí y por esto lo siento nuevo
como la sangre caliente que tengo
que siempre tuve pero dejé enfriar.
Ahora tengo un cuerpo nuevo y sé que lo voy a seguir renovando
dejo a mi vida cambiando mientras me esfuerzo en cada paso
y cada esfuerzo es un placer visceral 
una lamidita al clítoris, un masajear
que me hace la brisa del universo,
la masa cósmica que me frota la piel y me envuelve...
Me siento como nueve
nueva sin género y nueve de casi 10
y me encanta sentirme así.
Cerca del fin
pero para siempre seguir
y seguir y
 seguir 
intentando, sí
y ser queer también
por qué no.


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